Hace unos años comencé a practicar Judo, motivado principalmente por mejorar físicamente. Con el tiempo, me enamoré de este arte marcial y eso es lo que quiero compartir con ustedes en esta entrada.
Me fascinan los conceptos abstractos y el Judo tiene uno de los más bellos y profundos: «Ceder para vencer». Esta frase no solo es aplicable en un combate cuerpo a cuerpo, donde para vencer al rival debes utilizar su propia fuerza para desequilibrarlo, sino también en muchos momentos de nuestra vida. Este concepto me acompaña en mi trabajo, cediendo ante clientes, compañeros, plazos de tiempo ajustados, presupuestos, etc. También en las relaciones humanas con amigos o pareja, es vital entender que hay que ceder para poder vencer o, en todo caso, llegar a un acuerdo que sea beneficioso para ambas partes.

El fundador de este arte marcial, Jigoro Kano (1860 – 1938), nació en una familia adinerada y terminó dedicando su vida a la educación del cuerpo y la mente de sus estudiantes. Maestro en letras que trabajó en los principales institutos educativos de Tokio, siempre buscó la forma de entrenar su cuerpo y pulir diferentes técnicas provenientes de diversas artes marciales, principalmente del ju-jutsu, un arte marcial creado y perfeccionado para instruir a regimientos de samuráis que defendían las tierras de diferentes señores feudales del antiguo Japón. Los samuráis, quienes gozaron de una posición de privilegio social, dominaron y defendieron las tierras japonesas durante 400 años hasta que, con el cambio a un modelo económico y la apertura de Japón a Occidente, fueron relegando poco a poco. Con la introducción de las armas de fuego, los samuráis perdieron relevancia dentro de la estructura militar y, con ellos, sus privilegios. Junto con la pérdida de otras tradiciones en búsqueda de la modernización, las artes marciales empezaron a ser vistas como cosa del pasado, identificando a personas en decadencia. Es en ese momento que Jigoro Kano comienza a practicar artes marciales, y en un inicio su familia, principalmente su padre, no entendían la motivación de este joven que podría dedicarse a profesiones más redituables.
Otros de sus logros:

En 1882, Kano fundó el Kodokan Judo Institute en Tokio, que se convirtió en el centro mundial para la enseñanza del Judo.

Kano fue pionero en la incorporación del entrenamiento físico en los sistemas educativos japoneses.

Promovió el Judo a nivel internacional, facilitando su inclusión como deporte olímpico en 1964.

Primer Asiático en el Comité Olímpico Internacional (COI): Fue el primer representante asiático en el COI, promoviendo los valores del movimiento olímpico.
Desarrollo del Dan Ranking System: Implementó el sistema de grados Dan en el Judo, que posteriormente fue adoptado por otras artes marciales japonesas.

Si bien en su biografía podemos encontrar muchos detalles importantes sobre su vida y obra, me gustaría enfocarme en cómo construyó este concepto asociado al arte marcial del Judo. El hecho de ser un licenciado en letras le dio a su idea para este nuevo arte marcial una profundidad conceptual y una lógica desde el lenguaje muy potente, que termina vinculando la práctica de esta hermosa disciplina con la cultura de todo un país.
Si descomponemos la palabra «JUDO», ya nos encontraremos con algo curioso: «DO» en japonés significa «CAMINO» y «JU» significa «SUAVIDAD». Desde su nombre, ya es conceptual y profundo. Recuerdo que en unas conversaciones dentro del tatami (colchonetas donde se practica), un gran judoka peruano llamado Juan Bravo comentaba con gran naturalidad que la MMA, el valetodo y todas esas peleas en jaulas no son artes marciales, sino deportes muy agresivos. Ese pensamiento rompió mi algoritmo porque entendí que la diferencia entre un deporte de contacto y un arte marcial es bien grande. Si bien ambos requieren constancia y disciplina para perfeccionar la técnica, el arte marcial tiene una filosofía detrás. En el caso del Judo, su filosofía, creada de manera orgánica por Jigoro Kano, toma de muchas artes marciales y de la cultura tradicional japonesa aspectos muy interesantes.
La filosofía del Judo de Jigoro Kano abarca mucho más que las simples técnicas del arte marcial, incluyendo profundas dimensiones éticas y morales. Sus contribuciones filosóficas se centran en los principios de «Seiryoku Zenyo» (máxima eficiencia) y «Jita Kyoei» (beneficio y bienestar mutuos). Estos principios guían no solo la práctica del Judo sino también el desarrollo personal y la interacción social.
Seiryoku Zenyo se trata de utilizar la energía de la forma más efectiva posible, no solo físicamente sino también mentalmente. Promueve la idea de lograr los mejores resultados con el mínimo esfuerzo necesario, aplicable tanto en el Judo como en los desafíos diarios de la vida.
Jita Kyoei, por otro lado, enfatiza la importancia del bienestar y beneficio mutuos. Kano creía que los practicantes de Judo no deberían concentrarse solo en su propio bien, sino también en el de los demás, fomentando una comunidad donde todos ayudan a cada uno a mejorar y tener éxito.
En el Judo, la técnica de caída, conocida como «ukemi», es fundamental. No solo permite a los judocas evitar lesiones durante la práctica, sino que también les enseña a controlar su cuerpo y mente en situaciones de desequilibrio o estrés. Dominar el ukemi implica reconocer que las caídas son inevitables y aprender a hacerlo de manera segura y eficiente, minimizando el impacto y preparándose para levantarse rápidamente.
Esta habilidad es enormemente relevante en la vida cotidiana. La vida, como el Judo, está llena de momentos inesperados y desafíos que pueden hacernos «caer» o sentirnos derrotados. Aprender a caer en Judo nos puede enseñar a enfrentar estos momentos con resiliencia, entendiendo que el fracaso o el error son parte del proceso de aprendizaje y crecimiento personal. Así como en el tatami, donde levantarse después de una caída es esencial para continuar, en la vida también es crucial saber recuperarse de los reveses, aprender de ellos y seguir adelante con una perspectiva renovada.
La visión de Kano para el Judo era holística, apuntando no solo a cultivar destreza física sino a desarrollar individuos completos que contribuyan positivamente a la sociedad. Este enfoque refleja sus metas educativas más amplias, donde veía al Judo como un medio para enseñar habilidades y valores de vida.

Cada vez que entro al tatami para practicar Judo, el ritual comienza con una reverencia frente a un cuadro de Jigoro Kano colgado en la pared. Al principio, esta acción me parecía una mera formalidad, quizás incluso innecesaria. Sin embargo, con el tiempo, y a medida que fui comprendiendo la profundidad de los conceptos y los impresionantes logros del fundador del Judo, esa reverencia comenzó a cobrar un significado muy profundo para mí. Ahora veo este gesto no solo como un acto de respeto hacia un hombre que dedicó su vida a la creación de un arte marcial, sino también como el reconocimiento de una filosofía de vida que trasciende el simple combate físico. Esta reverencia simboliza el respeto y la gratitud hacia un legado que enseña mucho más que técnicas de defensa: instruye sobre cómo enfrentar los desafíos de la vida con sabiduría y equilibrio.







Deja un comentario